X Encuentro Latinoamericano de Contrabajos, concierto de clausura

Foto por Gabriela Bojórquez


El pasado jueves 27 de noviembre, en la Sala de Espectáculos del CECUT, se llevó a cabo el concierto de clausura del X Encuentro Latinoamericano de Contrabajos. Dirigido por el Mtro. Andrés Martín y coordinado por Contrabajos de Baja California; el encuentro tuvo lugar en Tijuana del 22 al 27 de ese mes, reuniendo a 50 contrabajistas quienes arribaron a esta ciudad para "aprender, compartir, actualizarse y hacer música juntos..."   

Los maestros invitados fueron: Donovan Stokes (USA), Catalin Rotaru (Rumania), Barry Green (USA), Thierry Barbé (Francia), Joe McNalley (USA), Marina Pacowski (Francia) y Anastasia Shivotovskaya (Crimea).

El concierto de clausura generó gran expectativa por la reunión de tantos músicos en el mismo escenario; además, por el estreno mundial de una composición de los maestros Andrés Martín y Donovan Stokes,  en homejane a los 43 normalistas de Ayotzinapa, desaparecidos desde el pasado mes de septiembre.

Llegamos temprano. Luego de saludar a algunos amigos en el lobby, ingresamos a la sala y ocupamos nuestros lugares. Sobre el escenario: todo dispuesto para recibir a la orquesta y los solistas; a los cuartetos y los 50 contrabajos. La emoción.

Martín dio la bienvenida y anunció el programa. Abrieron 3 cuartetos. Por turnos, nos llenaron de música. Estaban ahí, uno a la vez: 
4 cuerpos
                   8 manos
                                   1 misma caricia...

Hubo momentos en los que casi fue posible ver las notas, saltar de un contrabajo a otro, como si se lanzaran una pelota sonora, muy suave y luminosa. También me resultaba asombrosa la ternura del contrabajista que acercaba su oído a las cuerdas, como murmurándole al instrumento secretos de amor muy dulces.

El último de los cuartetos fue el más oscuro. Algo en esa intensidad, en las manos jalando las cuerdas a intervalos cada vez más cortos; evocaba el latir agitado del corazón. Y entonces, caí en el embeleso voyeurista: la delicia de los músicos que parecen adivinar el punto exacto en que la cuerda espera la fricción del arco.

Después entró la orquesta a interpretar una pieza de Henri Tomasi: "Concierto para contrabajo"... ¡Qué maravilla! ¡Qué impecable diálogo entre orquesta y solista (Thierry Barbé)! ¡Qué de imágenes sonoras! García Barrios, cual titiritero, parecía desde su batuta mover los hilos de todo el ensamble.  Y la música, por momentos, era también el viento que mece a voluntad a los músicos, cual si fueran briznas de hierba; lo mismo suave que intensa. Disfruté con locura la claridad de los violines: ¡qué belleza!

Continuamos con "Variaciones Rococó", y Catalin Rotaru como solista. ¡Qué ejecución tan gozosa! Gaby Bojórquez, lo primero que notó fue que no tenía partituras: "¡va a tocar de memoria!", me dijo. Y sí, el contrabajista rumano y su bellísimo contrabajo rojo, se adueñaron del escenario. ¡Qué hombre más luminoso! ¡Qué disfrute el suyo, en su instrumento! Debe saberse las partituras de Tchaikovsky hasta al revés; en sueños, seguro, sigue tocando. Sus manos, su arco: en el lugar preciso; como un camino hondamente recorrido, un sendero familiar. Igual que la casa materna, de la cual se conoce cada resquicio y puede andarse a ciegas incluso en la oscuridad de una noche sin luna. Así, justo así, Rotaru interpretando al ruso. Hasta el punto de ser una misma cosa hombre e instrumento, y la orquesta tras de él: sus alas.  Sí, Rotaru emprendió el vuelo.

La siguiente pieza fue "Elegía No. 2", de Andrés Martín. La había escuchado antes, a manos de su autor como interpretación de solista, en un concierto ofrecido a finales de agosto, en el CAM. Recuerdo que, aquella vez, me pareció de una belleza extrema; de una dulzura nostálgica, de un encanto doloroso. Sí, de un enorme cariño, de una amistad eterna, habla esta elegía. Para este concierto, se acompañó con la orquesta y los 50 contrabajos: ¡impresionante! En un momento, el autor guardó silencio, inclinó la cabeza y las cuerdas -todas las cuerdas- fueron una sola voz. ¡Qué imagen tan estremecedora!, no pude evitar preguntarme ¿qué siente Andrés Martín ahí, de pie, mientras su elegía llena toda la sala?, ¿cuando el gong estremece el corazón de todos los presentes?... Solo diré que si algo ha de escucharse en mi funeral, ojalá sea esta elegía (tomen nota amigos).

Finalmente, el cierre: "43". Composición de Stokes y Martín, para dos contrabajos, orquesta y orquesta de contrabajos. En tres movimientos: IMercyless, II.Speachless y III. Shameless. No sé si fue intencional, o lo noté hasta ese momento, pero las luces en el escenario se volvieron rojas. Del primer movimiento, compuesto por Stokes, me quedó esa sensación de reclamo, de pasos marchando; de infamia.  Después, los movimientos autoría de Martín. Flauta y clarinete marcan la entrada dolorosa del compositor; Stokes, fue una voz acompañándole en el gemido. De pronto, algo estalló y entonces el contrabajo de Andrés se volvió reclamo, acompañado en su indignación por las percusiones. Fueron entonces más que duelo: furia. Momento estremecedor: todas las palmas sobre la madera de los contrabajos, asestando golpes en marcha constante, sin tregua, sin rendirse. Sin menguar en el reclamo. Y entonces, todos, avanzaron hacia el borde del escenario. Tomaron la delantera y fueron voz, tremenda voz, para que el silencio no sea más.

¡Qué tremendo pedazo de su alma dejó Andrés Martín en 43!


¡Vaya concierto! Gaby y yo salimos del CECUT abrumadas de lo tanto y lo tan mucho temblando por dentro. La música, sin duda, nos tocó a todos las fibras más profundas, esa noche. Y supimos que es posible romper el silencio y alzar la voz, ante la injusticia, a través del arte. 

¡Bien hecho!... Aplaudo de pie a Contrabajos de Baja California, a la OBC y García Barrios, a sus músicos invitados. Y, sobre todo, al Mtro. Martín, por su generosidad.

Mónica Morales Rocha

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